Tipos de estrés, fases principales y cómo prevenirlo.

En el post de hoy, traemos alguna información básica pero necesaria sobre el estrés. Para comenzar, mencionaremos los en los que se puede catalogar según Guerrero, (1996).

Eustrés: respuesta natural del cuerpo humano ante un estímulo nuevo en nuestro entorno.  Corresponde con el instinto de supervivencia y responde a nuestra parte más primaria, conformando el Sistema General de Adaptación.

Distrés: respuesta del cuerpo humano que persiste en nuestro cuerpo aunque el estímulo haya desaparecido o ya no suponga una amenaza. 

Según el contexto o factor que lo provoca: Estrés laboral. / Estrés familiar. / Estrés educativo. / Estrés postraumático. / Estrés relacionado con los procesos vitales.

Según el tiempo de permanencia en la persona: Estrés episódico. / Estrés crónico. / Síndrome de Bornout – patología / psicosomatización derivada del estrés crónico.

Una vez identificados los tipos en función a los factores y el tiempo de permanencia, pasamos a identificar las fases principales, según Ayuso (2006) y la Consejería de Sanidad de Canarias (2017) son tres y generalmente se dan de forma automática y hemos ejemplificado indicaciones de que se están sufriendo, relacionadas con el trabajo de intervención social:

Alarma: aparece el estímulo. (Normativa nueva, proyecto nuevo, situación violencia, imprevisto en actividades.)

Resistencia: apego a la situación anterior / imposibilidad de gestión del estímulo. (Negación de la nueva normativa, miedo al cambio, saturación emocional.)

Agotamiento: frustración, cansancio, rechazo. (Aparecen los síntomas, absentismo laboral, bajo rendimiento.)

Ahora bien, identificados los tipos y las fases, nos centramos en lo siguiente ¿cómo lo prevenimos? Algunos de los componentes que influyen en el estrés son:

– Pensamientos (Expectativas, exigencia, perfeccionismo.)

– Apego.

– Conducta / hábitos.

– Gestión de las emociones.

Es por ello que para la prevención, es necesario que tengamos una buena organización de nuestro tiempo, con hábitos de autocuidado que nos permitan desconectar del foco que nos genera estrés.

Para ello traemos tres actividades de reflexión, con las que pararnos a pensar en qué punto tenemos los diferentes focos y cómo gestionarlos.


Y por último:

El estrés mal gestionado o no atendido produce efectos severos en nuestra salud mental y física que pueden dar lugar a enfermedades derivadas.

Si tienes síntomas de estrés acude a tu médico/a de cabecera y busca algún/a profesional de la Salud Mental que te ayude. Las distracciones y la buena organización ayudan a prevenir, pero la intervención para gestionar el estrés debe ser llevada a cabo con ayuda de profesionales especializados.

Las personas que nos dedicamos a profesiones en las que se trabaja con personas, gestionando sus situaciones vitales y acompañándolas en procesos duros y difíciles somos más propensas a sufrir estrés, si no se atiende se puede cronificar.

¡Hazte un favor y cuídate!